Desde los estudios con neuroimagen más actuales, que nos muestran el cerebro y su actividad. A los estudios cualitativos de las escuelas de psicoterapia clásicas, la salud mental, la psicoterapia y su eficacia, se encuentran en estudio, revisión y evolución permanente.
De todos los aspectos que han despertado el interés de clínicos y teóricos, un ingrediente específico del tratamiento, ha sido objeto de debate e investigación, desde los inicios de la psicoterapia:
La relación terapéutica. Su relevancia y su efecto cuantificable en el éxito de la psicoterapia.
La relación terapéutica es la relación que se establece entre un terapeuta y su cliente.
Y, como ocurre en cualquier otra relación humana, esta relación que se da en el marco de la psicoterapia, es una creación conjunta. Un vínculo que construyen las personas que lo forman y algo a lo que ambas partes contribuyen.
El vínculo terapéutico es, por tanto, algo vivo, que se desarrolla, crece y cambia.
Y, si le preguntas a 10 psicólogos, lo más probable es que, al menos 8 de ellos, te digan que sin una relación terapéutica sólida, difícilmente puede tener éxito un proceso terapéutico.
La relación o el vínculo terapéuticos, así como la alianza que se establece en el contexto de la psicoterapia entre un terapeuta y su cliente, es tan importante, que, a la luz de los resultados de la investigación, es un factor diferencial tanto en el éxito, la adherencia y la satisfacción en cuanto al tratamiento.
Existe en este sentido debate sobre qué es, qué no es y qué debe ser la relación terapéutica. Y las diferentes escuelas y autores, han aportado definiciones distintas. Dando lugar a diferentes formulaciones de este constructo, que es central e imprescindible, como medio, escenario y catalizador, del éxito de la terapia psicológica.
En Psicología, no es raro que se «abra hilo» en la investigación, el estudio y la teorización sobre un constructo determinado.
Tampoco es inusual que existan diferentes definiciones y significados que tratan de explicar una misma realidad.
En cuanto al vínculo o la relación terapeuta-cliente, distintos autores y escuelas han definido su formación y descrito sus componentes destacando unos u otros aspectos, de forma diferente.
Sin embargo existen elementos comunes, que están presentes en casi todas esas definiciones.
Observando las constantes entre definiciones es, probablemente, cuando más cerca estamos de comprender qué es eso del vínculo terapéutico. Es más simple de lo que parece:
La relación terapéutica es una vínculo entre dos personas. Una relación entre dos seres humanos.
Sin embargo, es una relación particular. Ya que, surge, existe y se desarrolla dentro del marco terapéutico. Un escenario interpersonal predefinido, que se estructura en torno a una dinámica específica y en la que han de estar presentes una serie de componentes, si se espera que el tratamiento sea exitoso y productivo.
El ser humano es un animal social. Y su cerebro, el órgano que organiza su cuerpo, su mente y sus relaciones, también lo es.
Por eso, todo lo que le ocurre, desde que un ser humano nace, incluido el desarrollo del cerebro, es y ocurre en lo interpersonal.
Y no puede ocurrir de manera saludable sin ese elemento social.
Nuestro cerebro se desarrolla, aprende y experimenta el mundo con otros, con los que conecta.
Esta capacidad de conectar (sincronía neural) es observable en estudios con neuroimagen y permite predecir el éxito de una relación cooperativa o de la calidad de la comunicación o el aprendizaje.
Por eso, en terapia, si no existen conexión y sintonía (resonancia emocional y una respuesta congruente con la emoción del otro), es poco probable que la psicoterapia sea exitosa.
Pocas décadas después de la aparición de la psicoterapia y, con ella, de las primeras definiciones sobre qué es la relación terapéutica (y qué no es, o es un poco, pero menos que otra cosa), el humanismo de Carl Rogers comienza, con su aportación, a perfilar una de las definiciones más aceptadas y extendidas sobre el vínculo terapéutico. Rogers, definió en sus libros y llevó a su práctica clínica, algunos de los elementos que, hoy sabemos, son determinantes para el establecimiento de relaciones seguras.
Rogers (1951), señaló que una adecuada relación terapeuta – cliente debe basarse en la empatía. Es decir, que el vínculo terapéutico se basa en una conexión auténtica y en una confianza genuina, en la que el cliente puede sentir aceptación incondicional, en el marco de una relación segura y congruente, en la existe conexión y sintonía.
Esta definición, tan actual hoy como lo fue en la década de los 50, es avalada en la actualidad por los resultados de los estudios sobre apego.
Observando este constructo desde el psicodrama: la relación terapéutica, contiene, en su esencia, la capacidad de ver el mundo con los ojos del otro.
Según las aportaciones de Meissner (2006), los ingredientes necesarios para que exista una adecuada relación terapéutica son los siguientes:
Meissner (2006) define como indispensable la empatía como base de la relación terapéutica. Delineando el concepto de «armonía empática», como un elemento que debe estar presente en ambos, terapeuta y cliente, para que sea posible una relación terapéutica exitosa.
La empatía es una cualidad del cerebro de los mamíferos, que es posible gracias a la existencia de estructuras cerebrales y patrones de activación neuronal, que permiten la sincronía neural entre individuos.
Es decir que, la actividad cerebral de los seres humanos, puede sincronizarse. ( Dikker et al., 2017. «Brain-to-brain synchrony tracks real-world dynamic group interactions in the classroom«) .
Y esta sincronía neural, que es reflejo del grado de conexión y afinidad entre individuos, puede utilizarse como predictor del éxito en la realización de una tarea, en el grado de cooperación entre dos personas o de la calidad del aprendizaje (Zhang et al., 2022).
Zetzel (19566) señala que debe existir un alto grado de confianza, que se mantenga a lo largo del proceso terapéutico.
Y, si bien, es bien sabido que las relaciones en las que no existe «confianza», rara vez llegan a buen puerto. La investigación sobre apego revela que la confianza es mucho más que la sensación de que el otro es de fiar.
La confianza de perspectiva, es decir, la capacidad de creer que el punto de vista del otro existe y es legítimo y válido en si mismo, es un ingrediente esencial de la empatía. Ya que no puedo «ver el mundo con tus ojos» si juzgo o dudo de tu forma de ver el mundo.
Así mismo, para poder aprender contigo o incluso para tener en cuenta tus aportaciones o dar valor a nuestra relación, tengo que tener confianza epistémica en ti. Esto es, tengo que considerarte una fuente confiable de información y sentir que la comunicación contigo tiene un contenido valioso, fidedigno y honesto.
Son ingredientes imprescindibles de cualquier relación adulta sana.
Y en el marco de la relación terapéutica, la autonomía y la libertad del cliente son, tanto elementos activos, que deben estar presentes en el proceso como objetivos del tratamiento.
Ya que, la relación terapéutica puede considerarse una relación de apego. Y en ella, se van a expresar las necesidades y estrategias de apego, tanto del cliente como del terapeuta. Es por esto, que es posible aplicar los mismos parámetros que en las relaciones de cuidado primarias para modular la relación, incluyendo un ingrediente adicional: el vínculo terapéutico en la psicoterapia con adultos, es una relación entre adultos, que, en este caso es unidireccional.
Es por esto, que el carácter jerárquico del vínculo terapéutico puede suavizarse para que la relación se estructure, más entorno a la cooperación, que a la inter-dependencia propia de las relaciones de cuidado entre adultos. Y, es por eso también, que es tan importante confiar en que el cliente puede y debe ser autónomo y ejercer su libertad, desde esa autonomía. De esta forma, el vínculo terapéutico es reparador y se organiza en torno al respeto mutuo, en lugar de a la asimetría.
Como relación que puede conceptualizarse como una relación de apego, la relación terapéutica no es simétrica. Terapeuta y cliente la construyen juntos y dentro de ella colaboran, pero no son iguales en el vínculo. Ya que no es enteramente un vínculo mutuo, como ocurre en las relaciones de pareja y amistad.
Dentro del vínculo terapéutico, el terapeuta estructura y dirige el proceso. Se encarga de coordinar y guiar el desarrollo del tratamiento, así como de presentar las técnicas y las opciones teóricas o prácticas, a fin de ayudar al cliente.
Podríamos decir que, dentro de la relación terapéutica, el terapeuta lleva el mapa y la linterna, pero es el cliente el que sabe a dónde vamos.
En esta dirección cobra importancia la neutralidad. Ya que el terapeuta debe adaptar sus intervenciones al cliente, con el objetivo de facilitar el proceso. El terapeuta se adapta al escenario relacional. Y para hacerlo debe ser auto-consciente y capaz de auto-regularse, mientras modula el proceso y co-regula al cliente. Ya que, el objetivo de la relación terapéutica es la reparación en el cliente.
En el marco de la relación terapéutica, la responsabilidad es compartida.
Siguiendo lo comentado en los puntos anteriores, la relación terapeuta – cliente debe favorecer la autonomía y la libertad. Por esta razón, la toma de responsabilidad, por parte del cliente, es esencial.
Ya que favorece la consideración de sí mismo como agente de su propio cambio. De la misma forma, el terapeuta debe favorecer esa toma de responsabilidad y compartirla, mientras se desarrolla el proceso y con él, aumenta la autonomía del cliente.
Tan esencial como el respeto absoluto a la confidencialidad que el terapeuta debe al cliente, es el compromiso ético de ambos. El compromiso de ser honestos y veraces, es esencial para que exista una relación terapéutica genuina, en la que los demás elementos que hemos enumerado pueden existir de forma auténtica.
La honestidad será la base de la confianza epistémica y de perspectiva. Y la veracidad favorecerá la creación de un espacio donde puedan existir la vulnerabilidad y la empatía. Ingredientes sin los que es complicado que la relación sea sentida como segura.
Como hemos descrito hasta ahora, diferentes escuelas de la psicoterapia sostienen opiniones distintas. Sin embargo, la luz que aporta la investigación revela, que si el 15% del cambio que produce el tratamiento se asocia a los efectos de la técnica, el 30% del cambio pre y post-tratamiento puede atribuirse al vínculo o la relación terapeuta – cliente (Lambert, 1992).
Otros autores, proponen que entre un 36% y un 57% del resultado final de la terapia, es atribuible a la relación terapeuta – cliente (Mamar et al. (1991) o el de Barber et al. (1992) citado en Lossa, Corbella y Botella (2012).
De la misma forma, las sesiones iniciales son particularmente importantes, ya que, si no sentimos esa conexión con nuestro terapeuta, probablemente renunciaremos al intento.
Referencias:
«Cerebros en la misma onda». Autor: Jesús C. Guillén. , 12 de Abril, 2024. Escuela con cerebro: un espacio de documentación y debate sobre neurodidáctica. https://escuelaconcerebro.wordpress.com/2024/04/12/cerebros-en-la-misma-onda
«Influencia de la alianza terapéutica en el éxito de la terapia.» Autora: Lina Márquez Cruz, 2021 – 2022, Universidad Pontificia de Comillas, Madrid. https://repositorio.comillas.edu/rest/bitstreams/484086/retrieve